¡Ah, el cardamomo! ¡Los bollos! ¡Los bollos suecos de cardamomo!… Podría vivir alimentándome de ellos. Bueno, y de queso. Yo no puedo sobrevivir un día sin queso v_v (Nota mental: inventarme unos bollos con queso. Yum).
Estos bollos que os traigo hoy (con retraso, podemos decir que están recién hechos) son prácticamente lo mismo que los rollos de canela, sólo que en esta ocasión están formados de manera diferente a los típicos rollos. Ya veréis qué cosa más maja… ¡y rica! Os aseguro que es mucho más fácil de lo que parece. Y son suecos, como el IKEA1. Kardemummabullar dicen que los llaman por allí, muy sueco todo.
Receta extraída del libro «Pan Casero» de Ibán Yarza, que las coautoras de este blog me regalaron por mi cumpleaños 🙂
Ingredientes para un mogollón de bollos (unos 24-28)
Si sois pocos en casa o te los vas a tener que zampar tú solo/sola, recomiendo dividir la receta entre dos. Si quieres hacer una cantidad variable, aplica el porcentaje del panadero a esta receta y calcula las cantidades exactas que necesitas de cada ingrediente 🙂
La masa:
- 390gr de Harina
- 210gr de Leche
- 75gr de azúcar
- 75gr de mantequilla
- 10gr Levadura fresca de panadería (3-4 si es de la seca)
- 4gr de sal
- una cucharadita (5ml) de cardamomo molido. La foto es de antes de haberlo sacado todo, realmente llené toda la cucharita de semillas de cardamomo.
El relleno:
- 70gr de mantequilla
- 70gr de azúcar moreno (si es panela quedará mucho más fino y sabroso, yo usé azúcar moreno normal)
- una cucharadita (5ml) de canela. Esto es una variación sobre la receta de Ibán, que usa más cardamomo. Por no saturar demasiado lo sustituí por canela. Total, canela + cardamomo sigue pegando bien 🙂
Variaciones sugeridas (no serán bollos suecos de cardamomo pero estarán ricos igual):
- El relleno habría estado muy rico con frambuesas, pero no se me ocurrió hasta que no fue demasiado tarde.
- También se podrían haber rellenado con Nutella
- O con miel
- O almendras
- Pasas, nueces, ¡manzana!
- O (inserte aquí su guarrerida favorita)
Elaboración
En primer lugar, saca y mide todos los ingredientes, por amor del queso. No seas como yo, que luego si no se nos olvida echar algo y la liamos parda. Esta vez lo hice y fui mucho más feliz, ya que no me olvidé de nada ni hice ningún destrozo 😀
Empezamos por la masa, y ponemos a calentar la leche y la mantequilla. Usé el microondas para ir más rápido, con 45 segundos debería ser suficiente. Con unas varillas, mezclamos todo bien, que no queden grumos de mantequilla sin deshacer. Cuando no queme, sino que esté ligeramente caliente, introducimos la levadura y removemos de nuevo hasta que todo quede integrado.
Cogemos un tercio de la harina y mezclamos con el conjunto anterior de líquidos. En este punto usé la amasadora para que me echara una manita. Cuando la mezcla sea un pelín espesa y uniforme, mezclamos en un cuenco aparte el resto de la harina con la sal, el cardamomo y el azúcar. Lo incorporamos a nuestro proyecto de masa. Tras unos minutos la cosa se habrá homogeneizado bastante sacamos la masa del cuenco (que en este punto estará muy pegajosa, recomiendo encarecidamente usar una espátula de plástico para manipularla) y la colocamos en la encimera limpia y ligeramente enharinada.
Resistid la tentación de dejaros llevar por la desesperación, al principio la pegajosidad es horrible, pero rápidamente cambia y se pone suave y manejable ^_^. Gracias a la espátula divina de plástico, vamos doblando la masa sobre sí misma hasta que se pone suavecita y ya se puede amasar correctamente con las manos sobre la encimera sin que se quede pegoteada.
Nota: para amasar no hay que hacer fuerza, ¡falso mito!, simplemente se trata de ir doblando y deslizando la masa sobre sí misma, suavemente.
Una vez que tenéis la pelotica de masa, podéis hacer dos cosas:
- Si vais a continuar el proceso en este momento, la dejáis fermentar una hora (cubierta, para que no se seque)
- Si os pasa como a mí que se me hizo un poco tarde, la metéis en un tupper hermético y la ponéis a dormir en la nevera. De este modo podéis continuar desde donde estábais al día siguiente. Si la dejáis en la nevera recordad sacarla una hora antes del frigo para que se vaya poniendo a temperatura ambiente antes de manipularla.
Una vez fermentada, la estiramos con el rodillo en un rectángulo de unos 3mm de espesor. Hacemos una pasta con los ingredientes del relleno (tiene que quedar una consistencia cremosa, insistid) y lo extendemos sobre el rectángulo con cuidado. Doblamos el rectángulo hacia dentro desde la derecha y desde la izquierda, quedando la superficie en un tercio de lo que era (es decir, como un tríptico).
Ahora, por el lado corto, podemos ir cortando tiras de un centímetro más o menos y enrollándolas un extremo para cada lado, de modo que quede como una cuerda retorcida. Dejando un extremo fijo y girando el otro alrededor, hacemos la forma de «moñete». Fijo que no se me ha entendido, pero la cosa ha de quedar tal que así:
Pincelamos con huevo para que queden brillantes y dorados. Estos bollos se hornean a temperatura muy alta durante poco tiempo: 250ºC durante 6 minutos. Además de pincelarlos con el huevo se puede espolvorear por encima: azúcar perlado, azúcar húmedo (como los suizos), almendras picadas, más cardamomo (para los hardcore)… Por fuera quedan dorados, y por dentro tiernitos:
Y sobre con qué tomarlos, de desayuno están de muerte mortal. A mí me gustan más con un te negro bien fuerte, y con una nube de leche. Soy así de rara. Me aficioné al té cuando empecé a ver Doctor Who y no he parado desde entonces…
¿Os atrevéis con los Kardemummabullar o qué? 😀 ¡Ánimo!
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